Parroquia de San Lázaro

«Abramos las iglesias al diálogo social»

El Obispo de Santiago, monseñor Celestino Aós, fijó posición frente a la opinión pública, a propósito de la convulsión social y las protestas registradas en Chile desde el pasado 18 de octubre.

El prelado condena la violencia “la de quienes disparan y la de quienes incendian”, aunque reconoce que los acontecimientos responden a marcadas estructuras de desigualdad. Además, opina que “si no se hacen cambios profundos, estaremos hablando de maquillaje y volveremos a repetir la misma historia y el estallido va a ser igual de fuerte o mayor”.

A continuación, reproducimos los fragmentos más relevantes de la entrevista, publicada por el periódico Encuentro:

¿Cuál es la reflexión que hace la Iglesia sobre la situación social que vive el país?

La situación que estamos viviendo estalló por situaciones de injusticia que colmaron el vaso. Ya el año 2017, en el documento «Chile, un país para todos», como Conferencia Episcopal de Chile, señalábamos la necesidad de mejorar nuestra convivencia. 

¿Cuál es la importancia del llamado a la justicia y al diálogo social?

La Iglesia mira a Jesucristo, mira a Dios y encuentra que toda persona -desde el momento de su nacimiento, hasta el final de su vida- tiene el derecho sagrado de ser persona y debe ser reconocida como tal. Para la Iglesia no está primero ni el éxito económico, ni el beneficio de unos pocos, sino que primero está la persona. Donde haya una vulneración a la justicia, sea en cuanto a la repartición de bienes, al acceso a la salud o el agua, etcétera, la Iglesia va a levantar su voz, porque eso es lo que recibe como mandato del Señor.

¿Cuál es su postura respecto del llamado a construir un nuevo Pacto Social?

Cuando hablamos de un Pacto Social indudablemente que es un compromiso que está sobre la base del respeto a los derechos y deberes fundamentales. Cuando el Papa insistió en que los pobres no pueden esperar, se refería a la situación social de desmedro en que estaban muchos ciudadanos que carecen de lo básico. La tragedia, no sólo de Chile, sino del mundo, es que mientras una parte de la humanidad despilfarra recursos, como comida, agua y otros bienes, hay otros hermanos y hermanas que se mueren de hambre. Si queremos avanzar hacia una sociedad nueva, no va a ser descartando -como dice el Papa Francisco- a los más desvalidos.

¿Qué esperaría que aborde este nuevo Pacto Social?

Si no se hacen cambios profundos, estaremos hablando de maquillaje y volveremos a repetir la misma historia y el estallido va a ser igual de fuerte o mayor. La sociedad y los que están sufriendo están muy alertas, y no van a tolerar algo que no se sostiene. Por tanto, creo que tiene que haber cambios profundos, pero los cambios profundos no son sólo en las estructuras, sino que también en las personas. Es indudable que hay que cambiar la Constitución y ciertas estructuras, pero también es indudable que tenemos que cambiar a la persona que está dispuesta a ir a quemar un bien público o a insultar al otro.

¿Qué podemos hacer como Iglesia para aportar en la resolución de esta crisis?

No podemos quedarnos en la reflexión, hay que hacer cosas. Como cristianos el arma más fuerte que tenemos es la oración, porque sólo Dios puede cambiar el corazón de los hombres. Nosotros tenemos que rezar por Chile y por los chilenos, por los que están sufriendo más, por aquellos que van por el camino de la violencia, para que cambien, por aquellos que están desconcertados. Pero, además, si vamos a hacer este Pacto Social, tenemos que hacer lo que podamos en nuestras iglesias. Tenemos infraestructura, locales, salones de catequesis o parroquiales y a veces la gente de la población no tiene otro lugar donde reunirse. Abramos nuestras iglesias, convoquémoslos a que dialoguen, a que expresen sus sentimientos.

¿Cómo debiera construirse el Chile que viene?

Me cuesta entender que, si la Constitución comienza diciendo que todas las personas tienen derecho a vivir, se legalice la muerte en un aborto. Me parecen importantes también las libertades de expresión y de culto. Tenemos derecho a que se respete nuestra expresión de fe y a que se respeten nuestros símbolos. La Constitución lo dice y lo debería decir una eventual próxima Constitución. No soy experto, y tampoco sé si este tema debiera entrar a nivel de reforma constitucional, pero el tema del reparto de los bienes es relevante. No puede ser que uno esté cobrando una miseria y el otro un sueldo tremendo. En algunos países se ha conseguido aplicar un porcentaje o proporción, por ejemplo, de diez veces entre el salario más alto y el menor, pero no puede ser que sea de 40 ó 200 veces más que el mínimo

¿El Arzobispado de Santiago, como empleador, podría aplicar una política de ajuste de brechas salariales?

Ya se está avanzando en eso. Hay que buscar la justicia. A nadie se le va a quitar o robar, pero el tema económico es importante y bien católico. Hay además un punto importante que es la transparencia. Los fieles tienen derecho a conocer el destino que se da a los bienes que ellos aportan. El Arzobispado publica esa información en su sitio web y seguiremos profundizando en esto. También hay un criterio de solidaridad que ya existe y debemos reforzar. Parroquias que tienen más recursos ayudan a las que tienen menos. 

¿Cuál es su postura al respecto?

Los muertos nos duelen. Todos y cada uno de ellos. Y los heridos también. Tanto si llevan uniforme como si no llevan. Más allá de si un señor vulnerado en sus derechos humanos tenía una investidura por ser miembro de una institución respetable, da lo mismo, porque hubiera sido lo mismo con una vulneración de derechos a la vecina de la esquina. Las personas tenemos la misma dignidad o no la tenemos. Todos son personas y todos son ciudadanos de este país. Por eso es que nos duelen. La Iglesia condena toda violencia, la de quienes disparan y la de quienes incendian. El dolor que causa la violencia nos duele. Lo que pedimos es que la violencia cese. En segundo lugar, que se investigue y se vean las responsabilidades que se puedan tener. Para eso están los tribunales y están estas organizaciones. Hoy día Chile tiene -a diferencia de los 80- una situación diferente pues hay instituciones que están funcionando y a las que se puede recurrir.

¿Qué mensaje envía al pueblo cristiano de Santiago?

Tratemos de no justificar ninguna violencia, la violencia es mala siempre. Lleva a más violencia. Segundo lugar, hay demandas legítimas que se han de manifestar de una manera también legítima, respetuosa. La tercera cosa es que tengamos un poco de paciencia. Las flores no nacen en un día. Es un proceso. Pretender que Chile va a cambiar todo y hacerlo todo en un día, más en un momento de nerviosismo, no es posible; hay que hacerlo, pero se requiere tiempo y paz. Y lo cuarto es que cada uno piense qué es lo que puede aportar en este momento a Chile. Todos tenemos algo que aportar.